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En rojo o en naranja, las necesidades no cambian

Vendedores salen todos los días a la calle para ganarse el sustento, para muchos la pandemia no existe pues las necesidades los obligan a fingir que no pasa nada y salir a buscar el dinero para su casa

En semáforo rojo, igual que en semáforo naranja, las necesidades de muchas familias no cambian y quienes están al frente tienen que proveer sustento a pesar de las complicaciones existentes, por eso no han dejado de salir a trabajar ni siquiera por temor a contagiarse de SarCov-2.

Vendedores ambulantes salen cada día de sus hogares desde muy temprano para ofrecer diferentes productos; los alimentos son principales, y recorren distancias en ocasiones grandes para obtener ingresos, la mayoría sobre bicicletas, triciclos o automóviles particulares.

Luego, durante el tiempo que venden, están expuestos a la intemperie, lo que hace que sus actividades tengan el riesgo de algún contagio o de ser portadores de virus que pueden llevar a su hogar.

Lo cierto es que estas personas no pueden frenar sus actividades porque de ellas dependen sus familias, así que lo que hacen es protegerse del mismo modo que las demás personas: con un cubrebocas y una careta, con gel antibacterial y actuar de manera normal.

Para algunos la pandemia no ha existido y continúan sus actividades normales, para otros las restricciones sanitarias cambiaron la manera de trabajar, incluso el giro comercial que tenían pues, con la demanda de cubrebocas, estos accesorios son los que más se venden.

Guillermo, vendedor de tamales ambulante, recorre diario desde la comunidad de La Aurora, en Tepeyanco, hasta la capital ofreciendo sus productos a la orilla de la carretera federal, sus clientes son todas las personas que viajan en sus autos o que van caminando por las mañanas hacia algún lugar.

El coronavirus quebró sus ventas a menos de la mitad, aún así, sus esfuerzos no cesaron, por el contrario, incrementaron para llevar dinero a su hogar; ahora tiene que vender lo mismo sabiendo que menos personas salen a la calle.

“Ha sido complicado, es difícil pero más difícil es decirle a tu familia que no van a comer, así que, aunque me da miedo contagiarme cada mañana me levanto y me voy a trabajar hasta terminar todo”, explicó.

Como él hay muchos, y aunque lo ideal sería poder quedarse en casa para protegerse, las necesidades los obligan a fingir que no pasa nada y salir a buscar el dinero para su casa.