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El partido político de AL que sólo perdió una elección presidencial en 76 años

  • Una de las maquinarias de poder más implacables de América Latina será puesta a prueba el próximo domingo.

El Partido Colorado, la fuerza política conservadora que gobierna Paraguay casi sin pausa desde 1947, tiene un reto difícil ese día en unas elecciones de una sola vuelta que enfrentan a su candidato presidencial, Santiago Peña, con varios candidatos opositores.

Imponerse en las urnas es una especialidad de los colorados paraguayos: lo han hecho durante décadas.

Sus defensores atribuyen ese éxito a la popularidad del partido y los logros de sus gobiernos. Sus críticos señalan que han ganado suprimiendo rivales bajo un régimen militar, con fraudes o mediante el uso del Estado para captar votos en democracia.

De hecho, la única vez que este partido perdió oficialmente unas presidenciales en los últimos 76 años fue cuando el exobispo Fernando Lugo resultó electo al frente de una coalición opositora, en 2008.

Lugo fue destituido cuatro años más tarde en un fulminante juicio político impulsado por el Partido Colorado, que recuperó el poder en las siguientes elecciones.

Pero ahora otra figura pone en riesgo el predominio colorado en el poder, dicen analistas.

No se trata de un líder opositor, sino de alguien del propio partido: el expresidente Horacio Cartes, a quien Estados Unidos sancionó por «corrupción desmedida que socava las instituciones democráticas». Fundado en 1887 y también denominado Asociación Nacional Republicana (ANR), el Partido Colorado paraguayo es un dinosaurio de la política latinoamericana.

En tiempos en que otros partidos tradicionales de la región se extinguen, los colorados en Paraguay aún ejercen la presidencia bajo el mandato actual de Mario Abdo y controlan al dedillo el aparato de un Estado que permea toda la sociedad.

Santiago Peña, un economista y exministro de Hacienda durante el gobierno de Cartes, es el actual candidato presidencial colorado. AFP
Una clave en esta historia fue régimen militar de Alfredo Stroessner, el general afiliado al partido que gobernó con mano de hierro el país entre 1954 y 1989.

Stroessner tomó el poder tras la guerra civil de 1947, cuando los colorados volvieron al gobierno que habían perdido décadas atrás y se desató una serie de conspiraciones y golpes de Estado urdidos por hombres del propio partido.

Durante su régimen de tres décadas y media, Stroessner organizó cada cinco años elecciones fraudulentas en las que arrasaba, con partidos de oposición prohibidos, miles de personas detenidas o torturadas, y cientos de desaparecidos.

Así, los límites que separaban al partido del Estado se volvieron cada vez más difusos. El canje de empleos públicos por afiliaciones masivas de colorados pasó a ser la norma, según expertos.

Stroessner tenía apenas 41 años cuando tomó el poder y pocos se imaginaron que lo dejaría ya anciano. GETTY IMAGES
«En la época de Stroessner, si querías seguir la facultad tenías que afiliarte al Partido Colorado, si querías ser militar tenías que afiliarte al Partido Colorado», dice el historiador paraguayo Fabián Chamorro a BBC Mundo.

«Si por ejemplo se moría tu papá o mamá, no recurrías a la acción social; recurrías a la seccional colorada: puestos políticos en los barrios que servían para asistir a los vecinos», relata. «O sea, la seccional colorada sustituía al Estado». Otro dato peculiar del Partido Colorado es que, pese a los abusos y la corrupción rampante del régimen militar, logró mantenerse en el poder tras el derrocamiento de Stroessner en un golpe de Estado liderado en 1989 por su consuegro y mano derecha, el general Andrés Rodríguez, también «colorado».

La pertenencia al partido fue transmitida por las viejas generaciones de colorados a las más nuevas, un sentimiento que algunos comparan con la fidelidad familiar por algún club de fútbol.

Las elecciones en Paraguay convocadas para el 30 de abril son de una sola vuelta: el candidato que reúna más votos ese día resultará electo.

Por eso es un fenómeno tan extraño el coloradismo», explica Chamorro. «No importa quién sea el candidato, no importa su currículum o que sea un delincuente, (…) el voto de identidad se va a mover hacia ahí, sin ningún problema».

Este historiador, que es afiliado colorado y dice luchar para «cambiarlo desde dentro», agrega que la compra de votos continúa hasta hoy, ya sea en zonas del interior rural del país o en barriadas populares sobre tierras inundables por el río Paraguay, en la periferia de Asunción.

«Ahí van, te meten en un automóvil, te llevan a votar, votas y te dan plata», señala Chamorro. «Lo hacen todos los movimientos, pero el Partido Colorado es el que más plata mueve al tener la estructura del Estado».

El senador colorado Enrique Riera sostiene que «existe una cultura prebendaria y clientelar en todos los partidos en el tiempo que estuvieron en el poder».

«Son resabios de la cultura de la dictadura, porque las gobernaciones en manos de la oposición hacen lo mismo y las intendencias también. No digo que esté bien, al contrario, estamos peleando contra eso desde hace mucho tiempo, pero no es una exclusividad (colorada)», dice Riera a BBC Mundo.