OpiniónPORTADA

Visitantes no deseados…

  • El zoológico del Altiplano ya abrió sus puertas, los animales ya tienen nuevas instalaciones, ahora solo falta ponerlos a salvo de todos los intrusos que llegarán cada semana

Bien dicen que todo en exceso causa daño, y es cierto, si no, preguntemosles (si pudieran hablar) a los animales del nuevo y recién reabierto zoológico del Altiplano que, tras 9 meses de tranquilidad, o al menos un poco de menor estrés, a partir de la semana pasada volvieron al ajetreo y a tener que recurrir a ocultarse para sentirse seguros entre cuatro paredes.

Este fin de semana seguramente fue la prueba de nervios más difícil para todos, pues miles de personas hicieron filas hasta por varias horas para entrar, pero ¿entrar a qué? Si lo único que hicieron, la gran mayoría, fue estresar a los leones, a los tigres, y hasta al perico.

Y es que, si algo les falta a muchos es la cultura del respeto por la vida, y si no respetan la vida pues mucho menos la tranquilidad de un animal que no puede defenderse estando preso, pero que ganas no le faltan al sentirse amenazado; además de que quienes deben inculcar ese respeto a las nuevas generaciones pues sucede que son iguales o peor.

De manera desafortunada este su servidor puede sustentar con hechos lo que escribe, pues durante el primer recorrido de apertura, el lunes pasado, y durante la transmisión en vivo que realizó para Abc Noticias, se pudo ver a un grupo de niños que, ante la emoción de estar cerca de sus animales favoritos, llegaron de manera sorpresiva golpeando y gritando en los cristales de varios espacios, entre ellos el del coyote.

¿Se imaginan qué fue lo que sucedió? Bueno, pues el animalito no sabía si correr a la izquierda, a la derecha, quedarse quieto o pedirle a la tierra que se lo tragara… el animalito se orinó del miedo, su corazón estaba a todo lo que daba, trepaba las piedras, corría y quería ocultarse donde fuera para no ser molestado.

Lo mismo les pasó al león, a los borregos, a los venados cola blanca y quién sabe a cuántos más que anduvieron molestando los niños que, aunque llevaban supervisión adulta, los mayores no dijeron nada.

Bueno, ahora piensen en esta escena, pero con muchos más niños, con muchos más adultos comportándose como niños y todo mundo sin supervisión. ¿A ti te gustaría que mientras estás con tu familia, a la hora de comer, hablando de lo bien que va la vida sin preocupaciones durante casi 9 meses, de pronto llegue una estampida y comience a golpear las ventanas y a gritar afuera de tu casa?

Eso que seguramente sentirías tú, eso mismo sintieron los animales cuando de pronto dejaron entrar a cientos y cientos de intrusos durante una semana. Y esto apenas comienza.

En mi opinión recomendaría, ahora que ya hay un instituto para proteger la vida silvestre, que la protección no solo sea para que los habitantes del zoológico coman bien y tengan salud, sino para que no estén sometidos a estrés y puedan vivir mejor.

Poner reglas no es muy complicado, por ejemplo: tener un aforo limitado al zoológico y tener personal que resguarde las zonas de exhibición para evitar a los niños y adultos que golpean los cristales o gritan “para que el changuito se mueva”.

Con esas dos medidas habría muchos cambios a favor de los animales porque recuerden que hay especies que si se estresan demasiado dejan de comer y pueden morir, digo, para que los humanos dejen de ser un visitante no deseado en el zoológico.