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Advierte Diócesis sobre riesgo de generar “comunidades intolerantes y cerradas” por miedo a migrantes

  • Su paso por diversas parroquias de la zona de Huamantla, Apizaco o el sur, origina diversos desafíos pastorales.
  • Crece el número de personas que ven en Tlaxcala como un lugar de destino, reconoce la Iglesia Católica.
  • La migración continuará en los años siguientes, por la pobreza y la violencia en países centroamericanos.

Por José Luis Ramírez Romero

Con motivo de la 108 Jornada Mundial del Migrante y Refugiado, la Diócesis de Tlaxcala llamó a la feligresía a reflexionar, “sobre todo ahora”, ante las recientes restricciones impuestas a la Casa del Migrante “La Sagrada Familia”, en Apizaco.

El pasado 5 de septiembre, se reportó que vecinos de la Tercera Privada Álvaro Obregón de la Colonia Ferrocarrilera de Apizaco levantaron una barda en el sitio en el que, en 2019, colocaron una malla metálica, en rechazo al constante paso de personas migrantes.

Al respecto, la Diócesis recordó que la Casa del Migrante es una obra social suya que, desde 2010, “ha acogido y protegido a miles de personas migrantes que cruzan cada año por el Estado de Tlaxcala, en busca de hospitalidad”.

Indicó que, de acuerdo con el Plan Diocesano de Pastoral 2019-2023, “la migración es uno de los fenómenos presentes en nuestro Estado, pues somos una entidad con más de 100 mil tlaxcaltecas que viven en estados Unidos, lo que provoca múltiples impactos en nuestras familias y comunidades”.

“En consecuencia, somos también un Estado que recibe a quienes retornan a sus comunidades, muchos de ellos deportados. Paralelamente, crece el número de personas que ven en Tlaxcala como un lugar de destino”, añade en una misiva signada por el obispo Julio César Salcedo Aquino y el presbítero Elías Dávila Espinoza, Coordinador de la Pastoral de la Movilidad Humana.

Por la anterior, la representación de la Iglesia Católica en la entidad subrayó que el territorio estatal es punto de tránsito de las personas que migran hacia el norte, principalmente, provenientes de países centroamericanos; sin embargo, “su paso por diversas parroquias de la zona de Huamantla, Apizaco o el sur, origina diversos desafíos pastorales”.

Además, advirtió con preocupación que “los años siguientes se mantendrá este tránsito, pues en países hermanos como los centroamericanos Haití, Cuba y otros, la pobreza y la violencia obligan a migrar”.

Incluso, “crece, lamentablemente, el discurso en contra de la población que migra”, como a principios de mes ocurrió en Apizaco, donde “están cerrando puertas a quienes requieren solidaridad cristiana”.

Y aunque la violencia e inseguridad afectan a la sociedad, acrecentado su miedo a los desconocidos y marginados, estimó que este temor no puede condicionar el pensar y el actuar de los fieles, ante el riesgo de generar “comunidades intolerantes y cerradas”.

Es así que, “ante los desafíos que imponen las migraciones en nuestra Diócesis”, los prelados convocaron a promover el desarrollo humano integral de las personas como una “Iglesia sin fronteras”, por lo que solicitaron la colaboración de la comunidad católica para que los migrantes y refugiados “que salen, regresan, llegan y transitan por nuestras comunidades, sean acogidos, protegidos, promovidos e integrados”, ante cualquier forma de discriminación y explotación, para proteger la vida y la dignidad de las personas migrantes y sus familias.