OpiniónPORTADA

Juguetes motorizados

Padres de familia creen que las motocicletas son juguetes y permiten que los menores de edad las conduzcan; los resultados: dos adolescentes muertos y un herido en una semana

Como juguetes motorizados, pareciera que algunos padres de familia ven las motocicletas que les regalan a sus hijos menores de edad, o que permiten que las conduzcan cuando ni siquiera tienen edad para un permiso legal, terminando en ocasiones, en tragedias como las de hace unos días.

No hay cómo culpar a los adolescentes que salen de sus casas en un vehículo que controlan a medias, sin casco y que además se atreven a transportar a más personas, pero sí hay cómo responsabilizar a los adultos que lo permiten y cuyo argumento es, en muchas ocasiones, el típico “ya está grande”.

Y precisamente por sentirse “grandes”, en menos de una semana fallecieron dos niños de 14 años y uno más de la misma edad está grave en el hospital; lo peor de todo es que uno de los fallecidos fue una niña a la que solo la invitó su compañero de clase a pasear.

Estos no son los únicos casos, hace poco unas chicas de preparatoria fueron atropelladas en Xicohtzinco cuando regresaban de la feria de Zacatelco y una de ellas, precisamente la invitada, también murió.

Jóvenes universitarios, que se supone que ya son mayores de edad, han sufrido accidentes en motocicleta con desenlaces fatales, y así, muchos que apenas si pueden medio presionar un acelerador con consentimiento de sus padres salen a las calles y carreteras para “experimentar” y ya no regresan porque el experimento salió tal y como el que les permitió la motocicleta sabía que terminaría.

Es que sí lo saben, los padres son conscientes de que si le das una motocicleta a un adolescente o a un joven que quiere empezar a descubrir lo que le rodea y que quiere comerse de un bocado al mundo, seguramente terminará mal, pero no quieren aceptar que eso puede ocurrir y deciden dejar que la vida les enseñe.

Y usted, lector, lo puede ver a diario; jóvenes de secundaria o de prepa en motocicletas, pequeñas, claro, que apenas si se ven en el retrovisor de un automóvil y que son imperceptibles para una unidad de carga pesada, sin casco y a toda velocidad en cualquier calle o carretera.

Ellos no se roban la moto de la casa, ni la esconden en su cuarto para llevársela a la escuela al día siguiente. Es, más bien, una forma de transportarse diario y además con consentimiento de algún adulto, pero que al no estar bien adiestrados ni contar con la mínima seguridad, terminará mal.

Ayer también me llamó la atención cómo hay adultos que de pronto no saben lo frágil que se vuelve sobre una motocicleta y aceleran a fondo. Ayer murió un joven de 28 años cuando se impactó de frente contra una combi en Zacatelco.

En el video se ve cómo la motocicleta viene de frente, se cruza de un lado a otro la calle en su trayecto y sin siquiera frenar se va de frente contra la camioneta, que por cierto no circulaba a gran velocidad. ¿qué pasó? ¿intentaría esquivarla? ¿no midió bien el espacio que tenía para pasar? No lo sé, pero perdió la vida por un descuido.

Y así, decenas y quizás cientos de accidentes de motociclistas expertos e inexpertos, y si al mejor cazador se le va la liebre, imagine usted a un niño que apenas si se aguanta el arma con la que quiere cazar.