Existe una vida digna a través del arte, afirma Isaac Hernández
*El bailarín mexicano contó que de niño practicaba sobre tablas de triplay y una cinta en medio
Por Ángela Anzo
México, 28 de abril (Notimex).— “Siempre he estado dispuesto a retarme y probar mis límites y potencial dentro de esta profesión, y eso me ha llevado a probarme también como persona”, compartió Isaac Hernández (Guadalajara, 1990), el primer bailarín mexicano en ganar un Premio Benois, la máxima distinción en esta disciplina.
Durante la charla virtual que ofreció este martes, organizada por el Consulado General de México en Miami, el bailarín habló de sus inicios en la danza y de cómo ha sido su evolución, hasta llegar a formar parte de compañías como el Ballet de San Francisco, el Ballet Nacional de Holanda y el English National Ballet.
“En aquel entonces mi papá decidió poner una barra de ballet y todos los días teníamos una rutina muy similar a la que tengo ahora, ponía el piso con unas tablas de triplay y una cinta en medio, cuando hacia mucho sol o llovía colgábamos una lona en el techo y ese era nuestro salón”.
Explicó que su rutina incluía una clase diaria entre dos y cuatro horas y como en ese momento no había suficiente espacio, sólo se enfocaban en la barra, luego con el apoyo de ex alumnos de su papá rehabilitaron un lugar, donde finalmente pudo salir al centro, probar sus piruetas, saltar y girar, dando a su formación un rumbo completamente diferente.
“Fue algo muy bonito, primero porque me dio el tiempo para estar con mi papá. Tuve la suerte de que mi hermano Esteban se incorporara a las clases también y empezamos a descubrir el ballet, no teníamos YouTube, no teníamos videos, no sabíamos más que lo que mi papá nos contaba, lo que me dio una libertad extraordinaria para no limitarme a mí mismo”.
Aunque sus padres pensaron estas clases para darles herramientas a él y sus 10 hermanos, posteriormente le plantearon la posibilidad de ir a competencias y que pudiera dedicarse a esto de manera profesional, momento en el que debió tomar decisiones, entre ellas, dejar el piano, el karate e incluso a su familia para dedicarse de lleno a la danza.
“Muchas veces no entendíamos el logro tan grande que era que un niño de 11 años pudiera hacer un triple tour o 12 piruetas, porque no teníamos ese punto de comparación, cuando salí a las primeras competencias internacionales nos dimos cuenta de que mi papá estaba haciendo un trabajo especial conmigo y todo cambió a partir de entonces”.
Nace una estrella
Fue a los 12 años que ganó el primer sitió en el Youth America Grand Prix (YAGP) en Nueva York, la competencia de ballet más grande del mundo, cuando recibió propuestas y becas para formar parte de las escuelas de danza más codiciadas y en casi todos los continentes, entre ellas el Royal Ballet y la Opera de París, pero se decidió por la Rock School for Dance Education en Philadelphia.
“Agradezco haber tenido la madurez para entenderlo, la fuerza para aferrarme a mi trabajo y a lo que era mi propósito en ese momento, yo entendía que debía salir adelante y mejorar mi vida, la vida de mi familia y tal vez la vida cultural de mi país, para lograr eso tenía que tomar ciertas decisiones que se pueden ver como sacrificios, pero al final son las que me han llevado al lugar en donde estoy”.
Compartió que en nuestro país existen muchos tabúes alrededor del ballet como profesión, especialmente para los hombres, lo que también genera falta de oportunidades y que no se apoye a los jóvenes talentos, por lo que también ha enfocado su carrera en tratar de normalizar la danza y el arte en general, el acceso a ella y lo que significa esta actividad.
“Traté de que mi carrera pudiera ir derrumbando estas creencias que hay en nuestra sociedad y darle la certeza a los jóvenes que quieren dedicar su vida a esto de que se puede vivir una vida digna a través del arte, que no es una vida tirada a la basura si la dedicas a algo que te apasiona, te hace feliz y te incita a despertarte con un propósito todos los días”.
Finalmente, compartió que siente una gran responsabilidad con su país y que con su trabajo también ha tratando de llevarlo a los escenarios más importantes del mundo, para que la conversación de la danza de México con el resto del mundo pueda seguir, tenga interacción y existan más jóvenes con oportunidades como las que él tuvo.